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Mi filosofía de enseñanza

“I never teach my pupils; I only attempt to provide the conditions in which they can learn.”

-Albert Einstein

 

          Las experiencias más satisfactorias que he tenido en el salón de clase tanto como estudiante como profesor tienen que ver con la poderosa impresión de que siempre es posible ver el mundo de forma diferente. He enseñado regularmente por más de quince años, primero como instructor en la Universidad de Tufts, la Universidad de Miami, luego en la Universidad de Florida y la Universidad de Cornell, donde cursé estudios de tercer ciclo, y seguidamente en la Universidad de Cincinnati, la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill y la Universidad Estatal del Sur de Connecticut.

           

          Las  mejores clases que tomé como estudiante en las humanidades eran aquéllas en las que los profesores no tenían miedo de responsabilizarse por los materiales. Muchas veces encontré que las lecturas asignadas hablaban por sí mismas o podían ser explicadas por fuentes secundarias. No obstante, me encantaba cuando encontraba profesores que llevaban a cabo sus propias lecturas de los textos, las cuales eran inevitablemente más apasionadas y, quizás más importante, llevaban a los estudiantes a formular objeciones y a comenzar a leer por sí mismos. ¿Hasta qué punto podemos esperar nutrir las habilidades críticas de nuestros estudiantes si no entramos en el salón de clase preparados a realizar determinaciones, a justificar nuestros juicios y a aceptar nosotros mismos las críticas de nuestros estudiantes? En mi salón de clase,  esta filosofía se traduce en un número de prácticas concretas de las que hablo aquí.

 

          Desde mis estudios de postgrado, he enseñado diferentes niveles de español, catalán y, más recientemente, italiano. Mi aproximación a la enseñanza de las lenguas es comunicativa teniendo en consideración la interpretación, la expresión y la negociación del significado. Dado que el factor relevante de aprendizaje de una segunda lengua es, como dice Lev Vygotsky, internalizarla, mi método sigue diferentes técnicas que crean, en la medida de lo posible, un contexto social positivo y natural en el salón de clases para que pueda ayudar a los estudiantes en su aprendizaje.  Mi tarea se parece más a la de una persona que ofrece recursos o a la de un arquitecto que el de una figura autoritativa. Tengo la responsabilidad de diseñar y planear diversos tipos de actividades que enganchen a los estudiantes en un proceso comunicativo. Mi intención es permitir que los estudiantes compartan algunas de las funciones que los instructores han regularmente asumido.

 

         Siempre me he preocupado por la importancia que las habilidades auditivas, orales, de lectura y de escritura tienen igualmente en el salón de clases. Mi propósito es permitir que los estudiantes participen activamente en todos los modos de la lengua, considerando que actividades organizadas y estructuradas son los requisitos para cada lección. Si estos cuatro componentes de la lengua están  presentes en un día de clase regular, entonces las actividades deberán estar contextualizadas dentro los aspectos sociales y culturales al practicar aspectos de la gramática de la lengua implícitamente.  Puesto que el proceso de aprendizaje de una lengua invoca una cultura diferente, la noción de cultura tiene que ser presentada, como Muriel Saville Troike ha sugerido. Dado que una lengua representa muchas culturas, mi propósito es impresionar a los estudiantes en un conocimiento dinámico de éstas, integrando la alta cultura (las bellas artes) y la cultura popular (revistas, posters, canciones), como Madeleine Cottenet-Hage, Joseph Brami y Pierre Verdaguer han recomendado.  

 

          Si mi propósito es ayudar a los estudiantes a adquirir una lengua y hacerles sentir cómodamente cuando ellas la usen, pienso que un ejemplo de las más exitosas técnicas de corrección son útiles para los estudiantes. Así, una combinación de refundición, clarificación y retroalimentación metalingüística puede ser más beneficioso para corregir los errores  de los estudiantes que las de corrección explícita o repetición, como Roy Lyster y  L. Ranta han mostrado. Para corregir las asignaciones escritas, evalúo las composiciones de los estudiantes de una manera analítica más que holística. Sus calificaciones son el resultado de varios componentes, tales como el contenido (30%), la gramática (25%), la mecánica (5%), la organización (20%) y el vocabulario (20%). En el proceso de escritura, los estudiantes no sólo tienen que componer, sino también revisar y evaluar su propio contenido y forma, como A. Cohen ha sugerido.

  

          Mis clases se organizan como seminarios. Valoro el aprendizaje participativo e interactivo de los estudiantes. Espero que los estudiantes hagan las lecturas y se mantengan al día con los materiales y vengan a clase preparados a compartir sus ideas con el resto de los compañeros. Sus calificaciones dependen de ello. Potencio una discusión de clase que sea dinámica y sostenida. Como es natural de muchos seminarios, la discusión toma precedente sobre las actividades y ésta será tan interesante y viva como los estudiantes quieran que sea.  En otras palabras, los estudiantes deben participar activamente.

 

          En definitiva, pienso que mis clases son un lugar productivo para reflexionar sobre el papel de las lenguas, las literaturas y las culturas en un mundo globalizado. Por lo tanto, las clases que enseño ofrecen plataformas cruciales para profundizar sobre mi propio entendimiento de estos asuntos.

 

 

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